Hermana, ahora sí me haces falta. Quiero ir a coger un cuchillo de la cocina y clavármelo lo más hondo que pueda, en el centro del corazón, para que así deje de quejarse. Para acabar con esos lamentos que lo están deteriorando poco a poco. Me dijiste que fuera egoísta y que no pensara en los demás. ¿Qué acto más egoísta hay que acabar con el sufrimiento propio, olvidándose del de los demás? Dormir toda una eternidad, sin los placeres de la vida, sí, pero también sin los dolores, sin el sufrimiento. Sin el amor y sin el dolor que este causa. Sin este maldito sentimiento que no deja de atosigarme, sin echar de menos lo que antes echaba de más. Sin este sin-vivir, que me dice que ni con él, ni sin él.
La muerte me nota débil, puedo verla a un paso de mí, esperando que cometa cualquier estupidez..
Una estupidez, que en mis oídos, no suena tan estúpida.
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