Estaba deprimida, no sabía qué hacer, ni siquiera sabía si volvería a hablar con él, y tampoco tenía muchas ganas, porque no sabía qué decirle, ni cómo empezar. Y tenía un miedo horrible a que él la volviera a mirar de la misma manera, con esa mirada que la mató por dentro la primera vez. Desde esa primera mirada, todo, todo se le vino abajo. Quiso salir corriendo de allí, esconderse, cualquier cosa le valía por no recordar esa mirada. Sus pies descalzos temblaban y ella abrazaba sus rodillas, cerrando los ojos, enterrando la cabeza, llorando sin lágrimas.
Alguien la abrazó, preocupado, intentando averiguar qué le pasaba. Ella tan sólo dijo un nombre y él la comprendió, la abrazó más fuerte, no la soltó, ni siquiera necesitó una palabra, le bastaba con quedarse a su lado, con sonreirle para intentar que ella sonriera. Pero ella no quería, no quería sonreír, no quería estar bien sabiendo que él no lo estaba. Y suspiraba, preguntándose a sí misma por qué se había puesto él así, sin ella hacer nada. Y quería ir a buscarlo, pero a la vez, ese miedo no desaparecía. Y su mirada volvía al suelo, una vez más. Tantas veces había acabado su mirada allí, que el suelo debía estar subiendo su ego.
Poco a poco, todos la dejaron sola y la falsa sonrisa que se dedicaba a mostrarles pudo desaparecer. Aquel que la acompañaba era el único que sabía cómo se sentía realmente, independientemente de las risas que soltaba de vez en cuando. Independientemente de que ella intentaba aparentar estar bien para no preocuparle.
Al final de todo, él también tuvo que irse y ella decidió hacer lo mismo. Tras un rato más mirando al suelo, sonó su móvil, con esa melodía que parecía tan country, la que sólo el mismo que la había estado animando tenía asignada. Seguía preocupado, algo triste por haber tenido que dejarla sóla. Hablaron poco, lo suficiente para dejarle claro a él que no iba a suicidarse, ni nada por el estilo.
Y ella se levantó y cogió camino, por esa solitaria calle. No esperaba verlo, pero lo reconoció desde lejos. Y agachó la cabeza, esperando que él ni siquiera se diera cuenta de que pasaba por allí. Alguien la llamó, una de sus amigas, que se había preocupado por ella al verla pasar así. No le contó nada, sólo que tenía que irse. Ciertamente, no aguantaba ni un momento más así. Siguió adelante, no queriendo ni siquiera volver la mirada hacia él. Pero él la abrazó por detrás. No supo cuánto había necesitado ese abrazo hasta que ocurrió, ni siquiera se lo imaginaba. Su corazón se paró por unos leves segundos. Cuánto...cuánto lo había echado de menos, cuánto lo había necesitado..
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