28 de junio de 2011

No todo tiene por qué ser romántico.

~ Locura.
Veía la sangre correr hacia el borde de sus dedos. ¿Cómo había acabado haciendo aquello? El cuchillo salpicó las losas de barro cocido de aquella pequeña terraza. Recordaba el placer que había sentido al clavarlo, sentir la piel desgarrándose bajo su mano, bajo la fina cuchilla de acero y la sangre caliente acariciando suavemente sus dedos. Lo había deseado tantas veces, librarse de todo aquello, liberarse así de sus ataduras, olvidarse de los golpes, los insultos, ese estúpido y continuo sufrimiento. Abrazar a la muerte y susurrarle un gracias al oído. ¿Qué más le daba a ella llevarse antes a una persona, aunque no fuera su hora? Ella había decidido que lo fuera. Sentía que tenía el poder de Dios en las manos, lo había hecho. Había decidido cuándo acabar con una vida. ¿Qué podía pararla ahora? Estaba eufórica, sedienta de sangre. Había matado a una persona ¿Qué impedía volver a repetirlo? Podría librarse de todo aquel que la atormentó de pequeña, aquel chico que se burlaba de ella mientras ella lo amaba. Todos los que la habían hecho sufrir estaban en peligro. Después de años de sufrimiento, de llantos en silencio, su padrastro había sido el primero en caer bajo el frío beso de los labios de aquel cuchillo pero ¿Quién sabe? Se había vuelto loca. Sentir el corazón de aquel hombre pararse poco a poco con la cuchilla clavada en el centro le había dado lo que nunca había sentido en esta vida, ni siquiera mientras él mismo la violaba. Placer. Había llegado al cielo matando. Se dejó caer sobre sus rodillas al suelo, las piernas le temblaban, sentía ganas de gritar. La sangre por el suelo, por sus brazos, algunas gotas incluso por su cabello pelirrojo. Miró al cielo y sonrió. Estaba excitada. El placer de matar se había convertido en placer sexual. Y era increíble.

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