24 de octubre de 2011

Tiene los ojos algo rojos. Se agachan hacia abajo, húmedos, cansados. Llevaban ya un rato intentando cruzarse con la mirada del chico que se sienta a su lado, una mirada fría, renuente a enfrentarse a la realidad. Una mirada que baja hacia el brazo de la chica y vuelve a huírlo rápidamente. Ella, por su parte tiene heridas en la muñeca, heridas medio sanadas, pero aún recientes. Unos cortes seguramente no demasiado profundos pero que demostraban su dolor interior. Al darse cuenta de la reacción del chico sacó una muñequera de su mochila y se la colocó tapando las heridas con una leve mueca de dolor. Con esa misma mano intenta, en vano, coger la de él mientras el traqueteo del metro sigue invariable. Se abraza a su cuello y él no tiene más remedio que abrazarla también. Se ve claramente que está llorando por el movimiento de su cuerpo y los suaves sollozos. Él la separa de sí, no demasiado, apenas lo necesario para mirarla a los ojos, pero ella no quiere dejarse ver, parece avergonzada. Sigue llorando en su hombro mientras él suspira, dice unas palabras a su oído que no logro a oír, y ella aumenta su llanto. Sólo hay dos cosas susurradas al oído que pueden hacer llorar tanto a una mujer y no puedo evitar preguntarme cuál de las dos es. En sus labios se lee la palabra "No" repetidamente mientras él asiente con la cabeza. Las manos de ella se aferran a la camiseta del joven, mientras el "No" se vuelve más intenso. Él, notablemente enfadado agarra el brazo de ella y echa hacia atrás la muñequera, comentándole algo de las heridas. Vuelve a suspirar y le suelta la mano. Se levanta y se agarra a un lado de la puerta, dispuesto a bajarse en la próxima parada, fuera cual fuese. Ella se levanta pocos segundos después y lo abraza por la espalda. Luego se pone frente a él y lo besa, sin preguntar, sin importarle ser rechazada. Él la abraza por la cintura, besa su mejilla y le sonríe. Ahora que están a mi lado puedo escuchar perfectamente como él dice: "Saldremos adelante" justo antes de besarla de nuevo. Se ve tal amor en su mirada que da miedo, que asusta, que te hace retroceder antes de acercarte a ella. Y te das cuenta de que todo lo que has visto era estúpido, que de ninguna manera ese amor podría apagarse en ese metro, rodeado de gente desconocida, de vidas que se cruzan en un instante y de las cuales seguramente no volveré a saber nunca.

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